José Ángel Solorio Martínez
No hay partido más golpeado por el actual escenario en Tamaulipas, que el PRI. En quince años, pasó de ser la primera fuerza político-electoral, que disfrutó por casi un siglo, a ser una organización sin representación en las alcaldías del estado, sin escaños en el Congreso Federal y sin representantes en el Senado de la república.
De los 700 mil votos obtenidos por Rodolfo Torre Cantú -él los obtuvo, no su hermano Egidio que fue electo-, se desplomó hasta la inaudita cosecha electoral de un poco más de 100 mil sufragios en la contienda encabezada por el panista Truco Verástegui.
En el paisaje tamaulipeco, se percibe una clase política tricolor, cansada y llena de cieno por la osadía de acompañar -casi hermanadamente- al PAN en aventuras electorales sin orden ni destino; en parte, producto del anclaje del oscuramente recordado gobierno de Francisco García Cabeza de Vaca.
En los 43 municipios, el otrora invencible, tendrá dificultades para localizar candidatos -donde así lo permita el partido dominante en la coalición- potentes, competitivos. La mayoría, fueron achicados por su acomodaticia política de ponerse a la sombra del panismo regional. Impidió su crecimiento, el amor a los fondos que CdeV les entregó generosamente; inhibió su fortalecimiento, la entrega de injustificados salarios placenteros y otras prácticas que erosionaron la ética política y la moral partidista, de una tercera fuerza bastante menguada.
El único sitio donde el Institucional, podría sacarse la espina, es Nuevo Laredo.
(A pesar de que abandonó al PRI para irse a gabinete del gobierno azul, es el único cuadro opositor con potencia, que sigue teniendo espíritu priista).
Yahleel Abdalá Carmona, hace dos años, abanderó al PRIAN. Fue derrotada, por Carmen Lilia Cantú Rosas, en una cerrada contienda. Mas o menos, tres mil votos fue el umbral que marcó la diferencia.
Casi nada, toda vez que Nuevo Laredo, tiene un padrón de casi 400 mil electores.
Carmen Lilia Cantúrosas se la pasa en New York, mientras Nuevo Laredo está en la inmundicia!!!
Cantú Rosas, logró el triunfo más por la inercia del voto de AMLO, que por sus prendas; aunque ella sostiene que su carisma y su popularidad la sacaron a flote. Su reelección, es una de las más inciertas: sostiene una sorda guerra contra la familia, Villarreal Santiago; no ha mostrado crecimiento político entre la sociedad nuevolaredense, al centrar una estrategia mediática en la presencia personal y no en políticas sociales; y, sobre todo, su distanciamiento de la ciudad: vive más tiempo en las tiendas de Laredo y Nueva York y en las clínicas especialistas en botox, de esas ciudades de USA, que en Nuevo Laredo.
Abdalá, tiene la posibilidad de rescatar la ciudad: vive en el pueblo; no ha cesado su actividad desde que fue derrotada por la hermana mayor de los Cantú Rosas; las denuncias penales que le quisieron endosar desde la Dirección Jurídica del gobierno del estado, resultaron anodinas; y el PAN, no cuenta con ningún cuadro con las potencialidades que la ex dirigente estatal del PRI tamaulipeco.
Otra fortaleza de la cabecista -más que panista o priista-: en el PRI y el PAN, de Nuevo Laredo, no existe la posibilidad de fracturas o escurrimientos; en MORENA, sí. En las más altas esferas: se especula que, si se le cierra el paso a la repetición a Cantú Rosas, o no se cumplen con los pactos de campaña -una Secretaría en el gabinete estatal para Carlos-, los fraternos podrían marcharse a otro partido para buscar perpetuarse al frente de la autoridad municipal.
(Será fatal. Esa opción para los Cantú Rosas, sería suicida: se atomizaría el voto, y Abdalá se convertiría en el tercio mayor -PRIAN, MORENA y MC, o cualquier otro membrete- para derrotar a la IV T tamaulipeca y de paso aplastar los sueños caciquiles de Carmen Lilia y Cía.).
Mejor oportunidad, no tendrán el priismo y el panismo en Nuevo Laredo.
El PAN, se amacizaría como la segunda fuerza en el estado; el PRI, sentiría de nueva cuenta, correr sangre por sus venas.
Ese resultado, desataría una hipótesis de trabajo: Nuevo Laredo, tiene una hegemónica sociedad conservadora -incluso los Cantú Rosas, han exhibido ese perfil- que ha sido moldeada históricamente por la dictadura cultural -sobre todo mediática- de Nuevo León.
Preparémonos: vamos a elegir, entre lo pútrido y lo nauseabundo.
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