Ocultan casos de bullying
Por Blanca Juárez
Ciudad de México, 2 de julio (Sin Embargo).- Una mujer
denunció en redes sociales que su hija Sophia, de cuatro años de edad, ha
estado sufriendo bullying , o acoso escolar, en el Colegio Cúspide, en Tijuana,
Baja California, sin que el personal de la escuela haya intervenido. Incluso
los padres sospechan de agresiones por parte de las maestras.
De acuerdo con lo que relata Bri, mamá de Sophia, en su
cuenta de Instagram, el pasado lunes 16 de junio una niña pateó a su hija en el
ojo. Pese a las graves consecuencias que pudo haber tenido, las maestras no
reportaron el incidente a la mamá de Sophia.
Pero lo que realmente alertó a Bri fue que hace unos días,
Sophia salió de la escuela con moretones en los brazos. Su mamá y su papá
señalan que estas lesiones parecen ocasionadas por una persona adulta.
Al ver las marcas en los bracitos de la niña, fueron a la
escuela a pedir explicación. En su relato, Bri señala que la directora, Nancy
López Corona, primero les quiso convencer de que fue un “accidente”. Como no
aceptaron esa respuesta y exigieron una investigación, la directora les dijo
entonces que la niña venía así de su casa. Después, ya no les recibió.
Tras el incidente, varias madres se comunicaron con Bri:
algunas para expresarle su solidaridad y otras para contarle que sus hijas
también han sido víctimas. De acuerdo con estos testimonios, la nena señalada
por agredir a compañeras es hija de una de las maestras del colegio, lo que
—según denuncian— ha impedido que se le corrija adecuadamente, pues el personal
evita prevenir y corregir ese comportamiento.
A partir de las agresiones, Sophie comenzó a hacerse pipí en
la escuela y tener retrocesos en su aprendizaje, según cuenta su mamá.
Muchas veces se esperaría que en una escuela privada, donde
los padres y madres pagan colegiaturas nada baratas, no pase esto. “Este tipo
de cosas sólo pasa en las escuelas de gobierno”, creen muchas familias. Por
eso, algunas hacen enormes esfuerzos para mantener a sus hijos e hijas en esos
colegios.
Sin embargo, la paradoja neoliberal es que la escuela privada se convierte en un mercado educativo, donde las familias dejan de ser comunidad escolar y se convierten en clientes: su poder de compra exige resultados y, en teoría, garantías de protección. Sin embargo, el modelo también genera distorsiones.
Para estas empresas conservar la matrícula es crucial para
su rentabilidad, así que este tipo de conflictos son un riesgo para su marca,
no un asunto pedagógico o de derechos de las infancias.
Pero esa lógica de “el cliente siempre tiene la razón” se
vuelve ambivalente: en ocasiones legítima demandas válidas de las familias,
pero en otras provoca que se deslegitime la autoridad docente. Es decir, a
veces la emprenden contra maestros y maestras, quienes muchas veces trabajan en
la incertidumbre, sin la garantía de sus derechos.
Esta manera mercantil de ver la educación también hace que contraten a personas que no
tendrían que estar trabajando con infantes y adolescentes, pero dan resultados
porque mantienen alejados los problemas, ocultándolos o reprimiendo a quienes
causan daño.
Tras la denuncia de Bri, Myrna Millán, una joven exalumna de
ese colegio contó en un video en TikTok el hostigamiento que vivió por parte de
la directora, a la edad de 13 años. Es decir, una adulta contra una niña de 13
años. Su experiencia pone en evidencia que los patrones de abuso y
silenciamiento dentro del plantel no son nuevos.
El daño psicológico que causa el acoso y hostigamiento
escolar es profundo. Myrna, quien actualmente tiene 26 años, puede señalar de
manera más clara y consciente. Pero Sophia tiene apenas cuatro años. Está en
una etapa en la que ni siquiera puede poner en palabras lo que siente o
identificar por qué le duele ir a la escuela.
Justamente por eso debería estar siendo protegida, no sólo
por sus cuidadores y su familia, sino
por quienes tienen la responsabilidad institucional de cuidarla. En
lugar de eso, quienes deberían resguardar permiten y encubren la agresión.
Sí, es una nena de su edad quien probablemente sea una de
quienes la han estado golpeando, pero también ella es una niña y debería estar
siendo atendida. Y si bien no todo está en manos de la escuela, ocultar y
perpetuar la conducta de esta niña sí está dentro del ámbito de sus
responsabilidades.
La negligencia del colegio afecta a ambas niñas: tanto a la
que agrede como a la que recibe los golpes. Al no intervenir ni brindar
atención adecuada, la escuela incumple su deber de protección. Esta omisión no
puede seguir ocultándose.
Siempre hay gente así, que prefiere cuidar la imagen de una
institución antes que el bienestar de una niña. Pero también hay quienes rompen
el silencio, denuncian y exigen lo que debería ser lo mínimo: una infancia
libre de violencia.
Blanca Juárez
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