Lo llamen como lo llamen, esto es un robo en toda regla. Una acción unilateral, arbitraria y fuera de cualquier marco transparente. Cuando un país decide apropiarse de un buque ajeno sin un proceso claro, sin consenso internacional y sin respeto por la soberanía de otro Estado, no estamos ante una operación legal: estamos ante un acto de fuerza disfrazado.
Este tipo de maniobras erosionan la confianza internacional, generan tensiones y muestran que algunos creen que pueden actuar por encima de las normas y de los demás. Y eso es inadmisible.
Un robo es un robo, aunque intenten maquillarlo.
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