El Parque del Estudiante, en Santa Bárbara, Azcapotzalco, vibraba con una energía distinta. Mujeres con pancartas rosas en alto, hombres y jóvenes coreaban con entusiasmo: “¡Jefa de Gobierno!“. El aire se llenó de consignas y entonces, Clara Brugada apareció y la multitud se encendió.
Pero aquí no habría discursos de tarima ni despedidas apresuradas. No. Brugada no vino a hablar desde arriba, sino a caminar con la gente. Literalmente. Después de unas palabras breves y firmes, invitó a todos a un baile improvisado antes de lanzarse al recorrido casa por casa, cara a cara, tocando puertas, escuchando inquietudes y tomando nota de cada petición.
Las visitas casa por casa de Clara Brugada
La primera parada fue en una casa azul de fachada impecable. Tocó, saludó y sin protocolos huecos, preguntó qué se necesitaba. Un gesto simple pero poderosamente simbólico. Un contraste feroz con la política de escritorio de los viejos regímenes del PRIAN, donde las quejas quedaban archivadas en expedientes que nadie leía.
El ambiente se hizo participativo. Abuelitas entregaban cartas con peticiones, maestras exponían la urgencia de agua potable para sus escuelas. Brugada no solo escuchó: instruyó a su equipo en el acto y explicó el programa “Uno, dos, tres por mi escuela”, con el que se busca mejorar la infraestructura de las escuelas de la ciudad.
El entusiasmo no era exclusivo de los adultos. Un grupo de jóvenes con celulares en mano siguió la caminata. “¡Clara, una selfie!” pidieron entre risas. Y la foto se tomó. “Todo Azcapo nos verá”, decían los muchachos.
En la calle, la euforia creció. Vecinos de todas las edades salían a verla, a saludarla, a capturar el momento en sus teléfonos. La escena era clara: la Cuarta Transformación está redefiniendo la forma de hacer política. Ya no se gobierna desde oficinas lejanas, sino desde las calles, desde el barrio, desde la casa del pueblo.
Y mientras el sol se ocultaba en Santa Bárbara, resonaba en la memoria colectiva una máxima del ex presidente Andrés Manuel López Obrador: “Con el pueblo todo, sin el pueblo nada”. Ese día, en Azcapotzalco, quedó claro que la consigna sigue vigente.
0 Comentarios